lunes, 5 de mayo de 2008

Por fin invierno

Desperté esta mañana con una gran alegría, por fin es invierno. Descorrí las cortinas de mi habitación y por primera vez en el año pude ver -a escepción de unos pocos metros- un blanco intenso y lechoso por fuera de mi ventana. A muchos Limeños se que esto es para nada un fenómeno por el cual alegrarse; se que odían el invierno por el frío intenso, la falta de sol y la extraña sensación de encontrarse en una ciudad gris y melancólica. Pero ese no es mi caso. Para mi el invierno es la oportunidad de abrigarme, sentirme cómodo; no como en el verano en el que se siente ese calor pegajoso, que sumado al sudor hace insoportable el estar cerca de otro. Y claro, muchos relacionan también el verano con la playa, la fiesta, la chela; pero que decir, yo relaciono el invierno con la ciudad, los bares, el trago corto, la bohemia. Cosa de gustos dirían algunos. Al fin y al cabo, guste a quien le guste, duela a quien le duela, el invierno ya llego y está para quedarse. Preparen entonces las chalinas, las casacas, los doble-polo y las botas tirriales (oh), también los abrazos, los arrumacos y demás perversidades. Porque señores, desde ahora, en este invierno, todo se vale.

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